¿Quién anima a los que animan?


Por Albany Tudares.

Hace un par de años atrás me pregunté ¿quién anima a los que animan? Debido a que en la sociedad se nos vende la idea de que los líderes son personas fuertes y sonrientes en cualquier área de la vida.

Pero la realidad es otra, quienes lideran en la comunidad cristiana también pueden sentir aflicción en ocasiones. 

Incluso, Jesús siendo el Rey de Reyes, el líder de los líderes ¿acaso no se desanimó?. Siendo el líder de los líderes por la eternidad, y sabiendo que fue a la cruz por amor a ti y a mí, experimentó momentos de dolor y desánimo. 

…¿Quebrantada le preguntaba Padre quién te animó en tu dolor?  ¿Quién te abrazó en tu desánimo? Vino a mi está palabra…El lenguaje del cielo.

Y escrito está en Mateo 27:46 «A eso de las tres de la tarde, Jesús clamó en voz fuerte: Elí, Elí, ¿lema sabactani?, esto significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

En este pasaje bíblico vemos como Jesús clamó en su más fuerte dolor a su Padre que está en los cielos. Él sabía que nadie más podría ayudarlo, nadie podría entenderlo más que su Padre, él reconoció cuál era el lugar correcto de su clamor. Y nos enseñó dónde debemos dirigir nuestro clamor en los momentos de desánimo.

¿Alguna vez te has cuestionado a dónde va tu clamor en la aflicción? 

¿Acaso Dios escucha nuestras peticiones? Esta es la interrogante que surge en nuestra mente cuando las dudas nos invaden. Sin embargo, en esos momentos es importante recordar que:

Salmos 34:17 «Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias».

Jesús murió, resucitó y clamó al lugar correcto. Arde esto en mi espíritu:  Dios no es sordo, él nos oye y está atento a nuestro clamor. Por ello, caminemos confiadamente en Dios, sin importar las circunstancias que hoy vivamos. Jesús, el Rey de Reyes se humilló, sintió dolor y aún así, siempre reconoció a donde debía ir su clamor.

Porque cuando Jesús se dirige a Dios diciendo «Dios mío, Dios mío», lo hace con profunda confianza y cercanía íntima. De manera similar, recuerdo que en mi infancia solía expresar mi alegría al ver llegar a mi papá a casa diciendo: “¡Mi papi lindo, mi papi lindo!”. Esta simple frase refleja el sólido vínculo afectivo que tengo con él, ya que siempre lo he visto como una figura amorosa y especial en mi vida.

Y es en tiempos de angustia, que debemos correr y clamar a Dios con total confianza en nuestra propia forma de comunicarnos con él. Dios siempre está atento y nos comprende, solo debemos abrir nuestro corazón para experimentar su intervención a nuestro favor y verlo Aparecer en nuestras vidas.

No importa nuestro rol actual, ya sea como pastor, evangelista, apóstol, profeta, maestro u otra ocupación o profesión. Todos estamos sujetos a experimentar aflicciones, tal como la vivió Jesús. Debemos recordar que el sufrimiento y el dolor son parte de la experiencia humana, y que solo a través de la comunión con Dios podemos encontrar consuelo y fortaleza en medio de las dificultades.

La importancia de la conexión con Dios: Saber que nos oye y nos responde.

1 Juan 5:14-15 «Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido»

Por eso, debemos mantenernos firmes en nuestra fe, entendiendo que nuestro clamor llega a un puerto seguro y que nuestras palabras no son en vano, sino que son escuchadas por Dios.

Tu que me lees, te invito a dejar tus cargas en Jesús, a comunicarte con Él de manera personal y a confiar en que Él se manifieste en tu vida en el momento que más lo necesites. 

Dios siempre está presente, escuchando tus peticiones y respondiendo a tus necesidades. Ten fe en Él y verás su poder actuando a tu favor, porque ¡Dios Aparece!